
Nutrición y salud ósea en cada etapa de la vida
El desarrollo y crecimiento óseo es un proceso que tiene lugar desde el vientre materno hasta los últimos días de la vida del individuo. Toda una vida para que el hueso pueda fortalecerse o, por el contrario, para que no alcance su óptimo desarrollo y se vaya debilitando paulatinamente.
La dieta, clave a lo largo de la vida
En este complejo proceso, el tejido óseo tendrá una serie de necesidades nutritivas que se tendrán que cubrir merced a los alimentos que el individuo ingerirá. Desde este punto de vista, la farmacología o la suplementación son poco importantes ya que, de ser necesarias, únicamente lo serán durante cortos periodos de tiempo y, desde luego, nunca podrán sustituir lo que los alimentos deberían haber aportado desde el nacimiento del individuo o, incluso, desde antes.
Es sabido que organizar adecuadamente la alimentación desde la más temprana infancia reporta grandes beneficios en términos de salud, incluida la ósea, y de calidad de vida. Por ello, es necesario insistir siempre en la importancia de la educación alimentaria.
Embarazo y lactancia
Durante el embarazo y lactancia se producen una serie de condicionamientos fisiológicos y ambientales que hacen necesario adecuar los aportes alimentarios y otros estilos de vida a esta situación de especial repercusión sobre la madre y el niño. El cambio en las necesidades nutricionales y, en concreto, las modificaciones en el balance fosfo-cálcico, se deben en buena medida a los cambios hormonales que sirven de sustrato a todos los procesos de síntesis y adaptación materno-fetal que se desarrollan a lo largo del embarazo, maduración fetal y durante la lactancia para la alimentación del niño, siempre con la prioridad de cubrir las necesidades del feto o del lactante. Como consecuencia de los cambios que tienen lugar antes de la mineralización del esqueleto fetal, se favorece la retención progresiva de calcio para satisfacer la creciente y progresiva demanda del esqueleto fetal para su mineralización.
La mayor parte de los trabajos consultados indican que durante la lactancia se pierde masa ósea; estudios evidencian que en los primeros meses de lactancia se reduce la densidad ósea de la madre entre un 3 y un 5%, sobre todo en la columna y la cadera, que se recupera al cesar la lactancia. En esta etapa se aconseja el consumo de leche y derivados lácteos para asegurar unos aportes dietéticos de calcio adecuados (3-4 raciones/día, preferiblemente semidesnatados o adecuado contenido graso). Los productos lácteos son una buena vía de incorporación de cantidades nutricionales de vitaminas y ácidos grasos poliinsaturados, especialmente en mujeres con perfiles alimentarios incompletos.
No es necesaria la suplementación farmacológica de vitamina D, ya que una dieta habitual equilibrada y la exposición solar permiten una adecuada síntesis de esta vitamina. Tampoco es recomendable la suplementación con vitamina A, ni la ingesta de cantidades suplementarias de alimentos especialmente ricos en ella, como el hígado, aceite de hígado de bacalao, etc; las recomendaciones para la vitamina A pueden cubrirse a través del consumo de lácteos, huevos y alimentos vegetales ricos en provitamina A. Además, es fundamental tomar diariamente cinco raciones de frutas o verduras de temporada.
Infancia y adolescencia
Durante la infancia y la adolescencia se produce el crecimiento del organismo con la formación de hueso a partir de cartílago de crecimiento y osificación posterior, fortaleciéndolo. Para adquirir un desarrollo óptimo, es necesario mantener un estado nutricional adecuado.
Con la prevención en la edad pediátrica se pretende alcanzar un mayor grado de masa ósea y garantizar un hueso mejor osificado durante la etapa de la vejez. La pubertad es el periodo en que más aumenta la densidad ósea; y es en este periodo en el que se consigue el denominado "pico de masa ósea", cuya calidad resulta fundamental para evitar riesgos posteriores.
La densidad mineral ósea puede ser modificable con la dieta y el ejercicio físico hasta un 20%. Cobra gran importancia un aporte equilibrado de proteínas (tanto el exceso como el defecto en este sentido pueden contribuir a una resorción ósea), el aporte de vitaminas a través de la fruta y verduras abundante, así como la ingesta de minerales como el calcio, el fósforo y el magnesio. El calcio de la dieta debe obtenerse principalmente de los alimentos lácteos, así como los fortificados.
El ejercicio físico continuado constituye uno de los factores más importantes que intervienen en la regulación de la masa ósea; éste va a mejorar la fuerza y resistencia del hueso, que se somete continuamente a microtraumatismos. También favorece la síntesis orgánica en el hueso, el depósito de minerales y una arquitectura ósea más resistente.
Edad adulta
Se considera que una dieta es sana cuando consigue un aporte de nutrientes en cantidad suficiente para satisfacer las necesidades del organismo. En la actualidad, además, se requiere que ésta sirva para promocionar la salud, mejorar el bienestar y reducir el riesgo de enfermedades; las de tipo crónico, como las cardiovasculares, cáncer y osteoporosis son las que se benefician más de una dieta adecuada.
Una dieta rica en lácteos y ajustada en proteínas y sal puede mejorar la salud del hueso y evitar el desarrollo de osteoporosis en el futuro. Especial atención merece en este capítulo la menopausia en la mujer, proceso cuyos cambios hormonales requieren una especial suplementación de calcio y vitamina D, así como hábitos de vida saludables y la práctica de ejercicio físico para mantener el equilibrio del esqueleto.
Vejez
La edad es el determinante más importante en la densidad ósea, y se conoce que con ella se produce una disminución global de la cantidad de hueso, originando la denominada "osteopenia fisiológica" ligada a la edad. La pérdida acumulada a la edad de 80-90 años es del 30% en el hombre y del 40-50% en la mujer.
A la disminución de la formación ósea, en parte relacionada con el envejecimiento general del osteoblasto (la célula encargada de la formación de tejido óseo), se suma la disminución de la absorción de calcio. Esta malabsorción podría estar relacionada con la deficiencia de vitamina D, ya que la transformación de ésta se produce en el riñón y con la edad la capacidad de función renal se deteriora. La actividad física, que disminuye considerablemente con el envejecimiento, es un importante factor en la formación ósea.
Existen varios trabajos que manifiestan el papel del calcio, de la vitamina D y de las proteínas en la prevención de las fracturas óseas.

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