Diferencia entre intolerancia y alergia a la leche
Comúnmente se confunden estas dos entidades, cuyos síntomas provocan malestar y rechazo a la leche. Sin embargo, el nutriente causal de cada una es diferente, así como diferentes son los síntomas, el pronóstico y el tratamiento.
Intolerancia a la leche
La causa de la intolerancia a la leche es la intolerancia a la lactosa la cual sucede por un déficit de una enzima llamada lactasa que es la encargada de romper este azúcar (lactosa) en sus dos componentes fundamentales: la glucosa y la galactosa. Cuando la lactosa queda sin digerir, por no haberse dividido, aparecen síntomas como digestiones pesadas, flatulencia, diarreas y dolor abdominal. La intensidad y el número de síntomas varían según el nivel de deficiencia de lactasa y la cantidad de alimento ingerido.
Esta intolerancia suele ser pasajera en procesos que alteran las vellosidades intestinales como infecciones intestinales o en dietas con gluten en personas celiacas y desaparece una vez que las vellosidades se recuperan.
Con la edad disminuye la producción de lactasa, dentro del receso de los procesos biológicos propios del envejecimiento. La aparición de síntomas suele darse cuando el consumo de leche es excesivo y el organismo no puede hacer frente a una producción elevada de lactasa.
También disminuye o deja de producirse la lactasa en personas que no toman leche, ya que esta enzima se produce en el organismo exclusivamente para romper la lactosa. No obstante, su producción se recupera introduciendo poco a poco la leche en la alimentación.
En los niños, durante el primer año de vida, pueden darse situaciones llamadas intolerancia provocadas por alergia a las proteínas de leche de vaca no mediada por IgE, donde se incluyen todas las reacciones adversas a proteínas de leche de vaca en las que no se ha comprobado la existencia de IgE frente a proteínas de leche de vaca. En este caso, se encuentran niveles de IgA sérica por encima de los niveles que cabe esperar y las manifestaciones clínicas son de aparición lenta e insidiosa, con inicio de aparición tras varias horas o incluso días después de la ingesta de leche de vaca.
Habitualmente cursan con síntomas gastrointestinales (65%) que pueden llegar a repercutir en el estado nutricional del niño y/o síntomas cutáneos (34%). Los síntomas mejoran al retirar las proteínas de leche de vaca de la dieta y reaparecen tras la reexposición a la misma.
Alergia a la leche
Las alergias a los alimentos están causadas por las proteínas de esos alimentos, sean cuales sean. Estas actúan como alérgenos, desencadenando por parte del organismo una reacción inmune anormal y exagerada, produciendo anticuerpos específicos contra esos alimentos. Esto se acompaña con las manifestaciones clínicas usuales de las alergias que se evidencian a nivel del sistema digestivo, respiratorio o dermatológico, y cuya intensidad varía en cada caso.
En el caso de alergia a las proteínas de la leche el organismo produce anticuerpos IgE específicos anti-caseína, anti-betalactoglobulina y/o anti-alfalactoalbúmina, y las manifestaciones clínicas son inmediatas, apareciendo a los pocos minutos de la ingesta por el proceso de la degranulación de mastocitos y la liberación de histamina y serotonina mediada por estos anticuerpos IgE específicos dirigidos contra caseína, alfalactoalbúmina y betalactoglobulina
La alergia a la proteína de la leche de vaca es la alergia más común de los niños pequeños. Se estima que en España la incidencia está entre el 2% y el 3%. La mayoría se resuelve espontáneamente para el segundo o el tercer año de vida y a los 5 años se han resuelto el 95% de los casos.
La alergia a proteínas de leche de vaca ocupa el tercer lugar como causa de alergia alimentaria después del huevo y el pescado y supone la cuarta parte de las alergias alimentarias en los niños. Se observa una fuerte asociación entre la alergia a la leche, al cacahuete y al huevo, y la dermatitis atópica.
El principal factor de riesgo es la administración de proteínas de leche de vaca en algún momento durante los primeros meses, cuando el bebé debe alimentarse exclusivamente de leche materna, con un máximo de incidencia entre los 3 y 4 meses de edad.
No obstante, puede darse en niños alimentados solo de leche materna (por las pequeñas cantidades de proteína que pasan de la leche materna, si la madre consume leche y/o derivados) o en niños alimentados con leche de fórmula, pero los que se alimentan exclusivamente con leche materna tienen menos probabilidades de desarrollar alergias de cualquier tipo.
En el caso de alergias en niños alimentados exclusivamente con leche materna, la proteína que más alergias causa es la betalactoglobulina, que no existe de forma natural en la leche materna y pasa a ella en pequeñas cantidades a través de la leche de vaca que ingiere la madre. Se manifiesta sobre todo con alteraciones cutáneas como eczema, urticaria y angioedema, manifestaciones respiratorias tipo asmáticas, dolor abdominal, vómitos o diarrea. La intensidad y número de los síntomas varía según la predisposición individual y la cantidad de proteína ingerida. A veces, la primera manifestación de los lactantes con alergia a la proteína de la leche de vaca es un rechazo a la misma, pudiendo ser en ocasiones la única manifestación, sin otros síntomas clínicos.
Las alteraciones gastrointestinales y el rechazo a la leche del niño producen a largo plazo alteraciones del crecimiento del niño que se evidencian en un retraso estatura y ponderal, convirtiéndose en una verdadera patología que es necesario detectar y tratar lo antes posible con la exclusión de las proteínas de la leche de vaca de la alimentación.
El tratamiento para las alergias y las intolerancias a la proteína de la leche consiste en la eliminación de la dieta del niño de la leche de vaca y de sus derivados: quesos, yogures, cuajadas, natas, mantequillas, natillas, flanes... Y algunos otros alimentos elaborados que pueden llevar en su composición proteínas de leche de vaca, por lo que es muy importante saber cuáles son y leer el etiquetado nutricional.
La leche sin lactosa no evita este problema porque es leche a las que se les quita la lactosa pero siguen conservando íntegras sus proteínas.
A partir del año de edad puede intentarse la introducción de la leche de vaca, siempre que la primera reacción a la leche de vaca no haya sido una reacción anafiláctica, en cuyo caso es aconsejable esperar hasta los dos años para realizar la prueba de tolerancia, la cual debe efectuarse siempre bajo supervisión especializada.
Tras el segundo o tercer año de vida, estas alergias suelen remitir y ya no volverá a presentar cuadros de alergia a la proteína de la leche de vaca. Desaparecen al año de edad en el 28-56% de los casos, a los 2 años de edad en el 60-77% y a los tres años en el 71-87% de los casos. La tolerancia clínica de las proteínas de leche de vaca suele ser del 95% a los 5 años. Por ello es importante ir introduciendo la leche y derivados en la alimentación del niño, ya que acostumbrarle a estos alimentos garantiza el aporte de calcio que necesitan para un correcto desarrollo de su sistema óseo y dental.
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La leche de vaca contiene más de 40 proteínas, pudiendo todas ellas actuar como antígenos en la especie humana. De ellas las más alergénicas son la betalactoglobulina, caseínas, alfalactoalbúmina y seroalbúmina.
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