
Niños caprichosos
A menudo vemos a niños que nunca están contentos con lo que tienen, quieren los juguetes y las chuches de los otros niños y siempre han de conseguir lo que desean. Si se les contraría o no se les permite salirse con la suya, reaccionan con una terrible pataleta. Esta imagen tremendamente familiar nos describe al típico niño caprichoso.
Muchos expertos han llegado a la conclusión de que, hoy en día, existe un comportamiento más caprichoso en niños y jóvenes del que manifestaban los niños de otras generaciones. Algunos de los factores causantes de esta situación son una educación básicamente hedonista, con valores sociales que realzan modelos egoístas y caprichosos, y, sobre todo, la falta de normas y límites impuestos en los diversos ámbitos de la vida, especialmente en el ámbito familiar.
Otro aspecto que también puede influir en la aparición de comportamientos caprichosos en los pequeños es la falta de socialización del niño. La ausencia de relación con otros chicos implica que el niño sea constantemente el centro de atención de los adultos y que no esté acostumbrado a compartir las cosas con los demás niños ni a aceptar otros puntos de vista distintos al suyo.
Los hijos únicos pueden tener una mayor tendencia a tener comportamientos caprichosos y los padres deben estar atentos para corregir esa posibilidad. Un exceso de atención puede influir en la aparición de comportamientos caprichosos en los niños, pero la falta de atención y dedicación de los padres es mucho más perjudicial, ya que puede implicar que el niño crezca sin los controles y limites adecuados y crea que puede actuar como le parezca.
El ejemplo de los padres tiene una gran importancia. Los padres son el primer referente en el que se fijan los niños, por lo tanto, su manera de actuar y comportarse será copiada en gran medida por sus hijos.
Independientemente de todo lo dicho anteriormente, debemos ser conscientes de que hay niños que tienen una mayor tendencia natural a ser caprichosos. Ante situaciones ambientales y familiares similares, algunos niños tienen comportamientos caprichosos y otros no, dependiendo de su carácter y su manera de ser. No obstante, los padres tienen elementos suficientes para poder revertir esa tendencia, para ello es fundamental que, desde que son pequeños, no se consientan comportamientos inadecuados en los niños.
La necesidad de los límites en niños caprichosos
Los niños, desde que nacen, empiezan a demandar las cosas que necesitan. Para ello utilizan el llanto, ya que es el único medio que tienen para comunicarse. A los meses de vida, los niños comenzarán a fijarse en todos los objetos que les rodean, aparecen los juguetes y el deseo de posesión de éstos. Los pequeños empezarán a demandarnos multitud de cosas que no necesitan, y para conseguirlo utilizarán diferentes tipos de estratagemas. Intentar satisfacer constantemente sus deseos, aparte de ser inviable, es contraproducente, ya que su capacidad de demanda no tiene límites y cada vez serán más exigentes.
Esta conducta es común en la mayoría de los niños de 2 años. Es normal que en esta época los niños tengan una actitud caprichosa, deseen todos los juguetes que ven a otros niños y quieran salirse siempre con la suya. Desde edades tempranas, los padres deben actuar poniendo límites a sus hijos y estableciendo normas de comportamiento. Si esto no lo hacemos desde el principio, cada vez nos será más difícil, ya que los niños se acostumbrarán a conseguir todo lo que quieren y tendrán una reacción más fuerte ante la posibilidad de perder estas conquistas.
¿Cómo actuar ante los caprichos de nuestros hijos?
Es muy importante que no les riamos las gracias cuando tienen un comportamiento inadecuado o molesto. Lo que persiguen con esta manera de comportarse es llamar la atención: su egocentrismo les hace querer ser el centro de las miradas; por eso, lo mejor que podemos hacer en estos casos es ignorarlos.
Ante las continuas rabietas de algunos niños, la mejor actitud es no hacerles caso. Solo cuando se calmen, intentaremos razonar con ellos. Si estamos en algún lugar donde la actitud del niño puede ser molesta a terceras personas, como un restaurante, saldremos fuera con él e intentaremos calmarle, pero no debemos ceder, ya que si lo hacemos, la próxima vez actuará de la misma manera.
Los niños son tan persistentes en sus demandas que a veces se hace muy difícil aguantar en una postura firme, pero debemos saber que si al final cedemos a sus deseos, les estaremos enviando el mensaje de que pueden conseguir cualquier cosa de nosotros si son lo suficientemente persistentes. Negar un capricho a un niño no quiere decir que lo hagamos regañándole: debemos hablarle con todo el cariño del mundo y razonar el porqué de nuestra negativa, pero debemos hacerle entender que nuestra posición es firme y que no va a cambiar por mucho que persista.
Nuestras actuaciones ante los caprichos de nuestros hijos deben ir siempre encaminadas a corregir este tipo de conductas y a mejorar su educación. Nunca debemos dejarnos llevar por el enojo y la desesperación, pegando al niño o gritándole de una manera exagerada; debemos saber mantener la calma, por muy al límite que nos ponga en ocasiones la actitud del pequeño.
Los niños excesivamente caprichosos suelen tener conductas que generan rechazo en los demás niños y en los adultos. En muchas ocasiones, empujan o pegan a los otros niños cuando no consiguen lo que quieren y suelen ser irrespetuosos y mal educados con los adultos que les contradicen.
Los padres y tutores deben mantenerse firmes ante este tipo de comportamientos; si esto no se hace, corremos el riesgo de encontrarnos en un futuro con adultos egocéntricos e inmaduros de difícil trato personal. La indiferencia y desinhibición de los padres puede acarrear problemas importantes cuando estos niños llegan a la juventud: actitudes violentas y desafiantes del joven y, en algunos casos, consumo de drogas o delincuencia.

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