
Leches de crecimiento
Las leches llamadas de crecimiento tienen una composición basada en los criterios establecidos por el Comité de Nutrición de la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN) y aportan la energía y nutrientes necesarios para cubrir los requerimientos de los niños de 1 a 3 años de edad, siempre como parte de una dieta progresivamente diferenciada y variada.
Las leches de crecimiento, también conocidas como leches júnior o leches 3, están especialmente diseñadas y adaptadas a las necesidades fisiológicas y nutricionales de niños de 1 a 3 años. A esta edad temprana, el sistema digestivo y renal del niño aún no han madurado del todo, lo cual limita su capacidad digestiva y renal. En este sentido, el Comité de Nutrición de la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN) considera que la leche de vaca por su mayor contenido en proteínas, grasa saturada y sales minerales (fósforo y sodio) y su bajo aporte en ácidos grasos esenciales, hierro, vitamina C, D, E y niacina, no parece ser el alimento más aconsejado a estas edades. Actualmente, los expertos en nutrición recomiendan mantener una fórmula de continuación o proporcionar una leche de crecimiento a los niños de 1-3 años en el contexto de una dieta mixta.
Las leches de crecimiento son un estadio intermedio entre las fórmulas de continuación y la leche de vaca. En realidad surgieron ante la duda de si es suficiente prolongar el uso de los preparados de continuación hasta los tres años para lograr una óptima alimentación en el niño. En este contexto se desarrollaron las leches de crecimiento, diseñadas, en un principio, para asegurar el aporte de hierro en niños pequeños.
En la mayoría de los casos son preparados similares a las fórmulas de continuación, mientras otras veces se presentan como leches modificadas en su contenido graso, bien disminuyéndolo o sustituyendo parte de su grasa por grasa monoinsaturada, o suplementándola con ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga u otros nutrientes.
Hoy en día, existe un elevado número de ellas en el mercado. Existen presentaciones tanto líquidas como en polvo, y son habituales las leches de crecimiento que aportan ácidos grasos esenciales, proteínas, vitaminas y minerales (sobre todo suelen estar suplementadas en hierro), en la cantidad y proporción adecuadas a las necesidades del niño durante los tres primeros años de vida. En general, estas leches se elaboran a partir de la leche de vaca, pero modificando las proporciones de sus nutrientes, de forma que se adapte a las necesidades nutricionales y a la capacidad digestiva del niño a partir del primer año.
Actualmente no existe una normativa específica que regule la composición de estas fórmulas, como ocurre respecto a las fórmulas de inicio o continuación, por lo que la mayoría de los fabricantes se ajusta a las recomendaciones existentes para las leches de continuación.
Ventajas
El consumo diario de 500 ml de fórmula de crecimiento reemplaza con ventaja a la leche de vaca y derivados lácteos, ya que garantiza que el aporte de nutrientes sea el adecuado para cubrir las necesidades del niño, debido a que:
– Su consumo reduce el aporte proteico y el aporte de sal. Un aporte excesivo de proteínas en la primera infancia se ha asociado a un riesgo aumentado de padecer obesidad más adelante. El consumo de sal en sujetos predispuestos está relacionado con un mayor riesgo de desarrollar hipertensión arterial.
– Suministran un aporte suficiente de hierro, calcio y vitamina D, necesarios para mantener un metabolismo del hierro adecuado y una formación de masa mineral ósea óptima, sin necesidad de tomar compuestos farmacológicos de vitaminas y minerales. Además, se garantiza la ingesta suficiente de zinc, yodo, folato y vitamina E.
– Disminuye y equilibra el aporte lipídico asegurando un aporte suficiente de ácidos grasos poliinsaturados.
Composición
La composición nutricional de las fórmulas de crecimiento se acerca más a la de una fórmula de continuación que a la leche de vaca. Presentan un aporte energético similar o algo superior (65-77 kcal/100 ml). Además están suplementadas con hierro, vitaminas y oligoelementos.
Existe otro grupo de componentes que, si bien no son considerados esenciales para el crecimiento, podrían aportar un beneficio para la salud del niño pequeño. A las fórmulas de crecimiento se han incorporado elementos nutricionales tales como colina, taurina, carnitina, nucleótidos, selenio, zinc, betacarotenos, prebióticos y probióticos.
Proteínas
El contenido en proteínas de la leche 3 es ligeramente más alto que el de las fórmulas de continuación pero menor que el de la leche de vaca (por lo general, un 20% inferior). El consumo de las fórmulas de crecimiento puede conducir a una ingesta más cercana a la recomendada y evitar la excesiva ingesta proteica propia de la dieta occidental.
Hidratos de carbono
El contenido en lípidos, tanto en cantidad como en calidad, e hidratos de carbono es muy similar al de las leches 2 y es mayor que el de la leche de vaca. Además de lactosa, contienen maltodextrinas, azúcares complejos que durante la digestión se hidrolizan de forma lenta y mantienen la glucemia en niveles constantes, asegurando un suministro de energía progresivo al organismo.
Grasas
Las grasas que contienen las fórmulas de crecimiento provienen de una mezcla de origen vegetal y animal, aportando un perfil de ácidos grasos rico en monoinsaturados, así como la presencia en las proporciones adecuadas de los ácidos grasos esenciales, linoleico y alfa-linolénico, y en algunos casos ácidos grasos poliinsaturados de larga cadena, considerados como fundamentales tanto en las fases tempranas del desarrollo como en la vida adulta. En algunas de estas fórmulas (líquidas), el perfil lipídico es de 3,15 g/100 ml, de los cuales 1,2 g son grasas saturadas (38%), 1,65 g grasas monoinsaturadas (52%) y 0,3 g grasas poliinsaturadas (10%).
La menor ingesta de grasa saturada y de colesterol, así como la mayor ingesta de ácidos grasos Omega 3 puede ejercer a largo plazo una influencia positiva sobre la salud. Hoy día se conoce que la formación de la placa aterosclerótica, responsable de la lesión cardiovascular en el adulto, comienza durante la infancia, habiéndose propuesto diversas estrategias, la dieta entre ellas, para reducir el riesgo de padecer enfermedad coronaria en edades posteriores. Así, se debe procurar que la grasa de la dieta no aporte más del 30-35% del total de las calorías de la dieta del niño, evitar el exceso de consumo de colesterol y de grasa saturada e incrementar la ingesta de grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas.
Ácidos grasos Omega 3
En los últimos años se ha reducido el consumo de ácidos grasos poliinsaturados, especialmente los pertenecientes a la serie Omega 3, concretamente el ácido α-linolénico y sus derivados de cadena larga: eicosapentaenoico (EPA) y docosahexaenoico (DHA); estos últimos participan en funciones fisiológicas de gran importancia, como el desarrollo cerebral y de la retina o la regulación de la respuesta inmunitaria. Sin embargo, la eficiencia de la conversión enzimática parece ser relativamente ineficaz en el hombre, incluso en la edad adulta.
Diferentes estudios en humanos han demostrado que sólo una pequeña proporción, inferior al 1%, de ácido α-linolénico es convertida en DHA. Se ha demostrado que la forma más eficaz de incrementar la concentración plasmática de DHA es proporcionar en la dieta dicho ácido graso y no su precursor. Las fórmulas de crecimiento enriquecidas con DHA son una alternativa adecuada para asegurar un aporte suficiente de DHA.
Además, en algunos estudios realizados en escolares que recibieron una fórmula de crecimiento enriquecida con DHA se encontró un aumento significativo de los niveles plasmáticos de DHA. Estos escolares mostraron mejores resultados en los parámetros relacionados con la memoria de trabajo, velocidad lectora y compresión lectora.
Hierro
El déficit de hierro es el trastorno nutricional más prevalente en los niños y la deficiencia subclínica de hierro es especialmente común en la primera infancia, pudiendo tener efectos adversos sobre el desarrollo cognitivo y motor. Para prevenir la deficiencia de hierro en el niño pequeño, se ha recomendado dar suplementos de hierro o enriquecer con hierro las fórmulas lácteas u otros alimentos. Estudios llevados a cabo en niños de 1-3 años de edad ponen de manifiesto que la ingesta de una fórmula láctea enriquecida con hierro contribuye mejor que la leche de vaca a mantener un buen estado nutricional del hierro. Por otro lado, se ha observado como la ferritina sérica aumenta un 44% en los niños que toman leche fortificada, no cambia cuando toman diariamente 2,6 mg de hierro proveniente de carne roja, y tiende a decrecer (-14%) en los niños que toman leche de vaca.
La ingesta de hierro en niños de esta edad es más baja que en cualquier otra edad. Esta deficiencia puede ser la responsable de trastornos mentales y psicomotores, que quizá en parte sean reversibles y en parte persistan después de corregir la anemia.
La deficiencia de hierro se puede prevenir con la ingesta diaria de hierro, en forma de hierro medicinal o fortificando los alimentos. La ingesta de fórmulas de crecimiento enriquecidas con hierro, ha demostrado ser más efectiva que la de otros alimentos (leche de vaca, cereales) para evitar la deficiencia de hierro. Además, la leche de vaca puede producir pérdidas sanguíneas a través de las heces, sobre todo en lactantes, que también contribuyen a la larga a crear un estado deficitario de hierro en el organismo.
El consumo diario de 500 ml de leche enriquecida con 9 mg/100ml de hierro proporciona una ingesta de 4,5 mg/día. Si asumimos que sólo se absorbe el 10% del hierro ingerido, la cantidad absorbida de hierro diaria será de 0,45 mg. Como los niños consumen otros alimentos que contienen hierro, está claro que se cubren las necesidades mínimas de 0,5 mg/día.
Vitamina D
Se ha estimado una prevalencia de déficit de vitamina D en niños de 1-3 años del 12%, y que alrededor del 40% presentan niveles bajos, en el límite de la normalidad. Entre los niños con déficit de vitamina D, son pocos los que presentan alteraciones radiológicas compatibles con raquitismo, pero un tercio de estos niños manifiestan desmineralización. Este déficit es un problema de salud que se puede prevenir mediante la suplementación, principalmente a través de alimentos de consumo diario, como puede ser la leche y concretamente las fórmulas de crecimiento.
Taurina
La taurina es un aminoácido importante para un adecuado desarrollo del sistema nervioso central y la visión en el niño. Tiene funciones específicas en la formación de sales biliares, como neurotransmisor, en la osmorregulación y como antioxidante.
Carnitina
La carnitina participa en la regulación del metabolismo de los lípidos, así como en el desarrollo y maduración de las estructuras cerebrales (síntesis de mielina).
Nucleótidos
Los nucleótidos son precursores de los ácidos nucleicos, DNA y RNA. Los tejidos de rápida renovación tales como las células del sistema inmune, mucosa intestinal, células sanguíneas, piel, etc., requieren sintetizar ácidos nucleicos y para ello necesitan de los nucleótidos. La leche humana tiene una alta concentración de nucleótidos.
Minerales y vitaminas
Entre los minerales con que se enriquecen las fórmulas de crecimiento está el selenio, un oligoelemento antioxidante para el cual no existen recomendaciones establecidas, pero que se suele ajustar respecto a la ingesta diaria recomendada. La incorporación de oligoelementos, como el selenio o el cinc, y vitaminas como la vitaminas A, C y E, ayudan a evitar el estrés oxidativo y por lo tanto, el ataque de los radicales libres a las células en desarrollo. La suplementación con cinc reduce la incidencia de los procesos infecciosos de las vías respiratorias bajas. También ha demostrado ser beneficioso en niños con gastroenteritis aguda y crónica, tanto que es capaz de reducir la diarrea hasta en un 30% de los casos. La vitamina A es una vitamina clave en períodos de desarrollo rápido como la lactancia y los primeros años de vida. La vitamina A permite una correcta visión, un crecimiento adecuado y estimula las defensas celulares.
Prebióticos y probióticos
La adición de prebióticos y probióticos intenta promover el desarrollo de una flora intestinal beneficiosa, compuesta predominantemente por bifidobacterias, como las que existen en los lactantes alimentados por lactancia materna, y conseguir así un adecuado tránsito intestinal y modular una respuesta adecuada del sistema inmune frente a posibles patógenos. No obstante, conviene ser cautos, no conviene generalizar, y es necesario realizar más estudios que permitan demostrar aún más la eficacia y seguridad a largo plazo de la adición de este tipo de bacterias a los productos de alimentación infantil, así como el uso de prebióticos.
Debido a la amplia variabilidad de leches de crecimiento en el mercado, corresponde al profesional cualificado recomendar de forma individualizada el tipo de leche que debe tomar el niño, entre los 1 y 3 años, valorando previamente su estado nutricional, su ingesta de nutrientes, si come bien o no, o si existe riesgo de que pueda desarrollar deficiencias nutricionales o posibles enfermedades.
En el niño de 1 a 3 años las fórmulas de crecimiento permiten asegurar:
– Un menor riesgo de sobrecarga renal de solutos.
– Una ingesta adecuada de ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados con una menor ingesta de grasa saturada y colesterol, lo que posiblemente pueda contribuir a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares en la edad adulta.
– Un aporte adecuado de DHA, beneficioso para el desarrollo de las funciones visual y cognitiva.
– Una ingesta adecuada de hierro, nutriente fundamental para determinadas funciones del organismo.

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